domingo, 4 de enero de 2009

BERRINCHE EN CARREFOUR

Hoy me ha felicitado la verdulera del Carrefour. Mi acción ha consistido en decirle que no al Rubiales. Y el Rubiales se ha puesto como una furia. Foribundo. De las pataletas de tirarse al suelo y moquear y llorar en un mar contínuo de líquidos que salían de todos los lugares de la cara que pueden salir. Pero me explico con orden y calma.

El día discurría tranquilamente. Por darle un respiro a nuestro párroco los enanos y yo nos hemos ido a Misa de 10,00. Nos han sonreido durante los 20 primeros minutos. Cuando el Rubiales ha empezado a cantar Campana sobre Campana en plena homilía por tercera vez, las miradas ya eran de desaprobación. Cuando en pleno ofertorio la Ro ha decidido cantar con su hermano, ya eran miradas de mucho reproche. Tanto que yo me he alejado un poco del trío y he decidido mirarles también con esa mirada tan especial que dice: "que vergüenza estos niños armando un bollo increible aquí y su padre que no hace nada".

Después nos hemos encaminado al Carrefour, pero esta vez para hacer la compra semanal, no sea que mañana nos llegue tal cantidad de trabajo que no podamos hacerla. Y es que la esperanza es lo último que se pierde en esta familia. Y dentro del Carrefour se ha mascado la tragedia. Ha llegado la Parra y como ella es una unidad sin carro (recordad que nosotros somos muchos carros, con sus muñecas y Ro), puede tirar del de la compra. Antes de entrar hemos procedido a evacuar aguas menores de la Petarda y así ya tenemos los deberes hechos y nos ahorramos situaciones embarazosas.

Y para poder ayudar a la Parra hemos decidido dejar a Pepe y Titas con sus respectivos cochecitos en el coche. Y hemos ido al encuentro de la Parra.

"Acercate a la zona de panadería y mira a ver si hay bollos para el desayuno con chocolate del día de Reyes". Con esta sencilla frase, de la Parra a mí, se han desatado la caja de los truenos. Hemos llegado a la zona y el rubiales se ha acordado de la última vez que anduvo por allí y se dedicó a comer palitos de una bolsa abierta. Pero no había bolsa abierta. dada la hora que era, decido que compramos una y que se la coman mientras hacemos la compra.

Explosión. El Rubiales quiere llevar el la bolsa. Pero tiene la oposción de la Petarda que teme no pueda comer ni una, y mi oposición que temo que acaben todas por el suelo. Y le digo: "yo llevo la bolsa y vas agarrando de una en una".

Y entonces se oye un "¡¡¡¡¡¡NNNNNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!! Quero muchas!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!", que paraliza la actividad del centro comercial. Y todas las miradas se fijan en mí. Esperan mi reacción. "Le pegará. Le atizará. ¿cederá ante la vergüenza?". Y se equivocan todos los que como cotillas me miraban. No pego a mis hijos. No les atizo. No cedo, y no suelo tener vergüenza. Por lo que lo que he hecho ha sido no hacer nada. Y la Petarda apoya mi jugada. Y se acerca de cuando en cuando al Rubiales y le dice: "¿quieres? pues le pides a papá de una en una". Y el otro le chilla desde el suelo"NNNNNNNNOOOOOOOOOOOOOO. Quiero muchas". Y la Petarda: "muchas no. O una o nada". Que bien educada está la Petarda. Como ella lo hace todo, yo puedo mantener una postura muy digna de "ya se te pasará, no soy yo quien está haciendo la compra. Que para eso está la Parra".

Catorce minutos después decido poner al día de la situación a la Parra, para que no piense que no colaboro con la labores compriles. La encuentro en la otra punta del Carrefour. El Rubiales va cambiando su lugar de berrinche conforme yo me muevo, no sea que no le escuche en su labor, muy trabajada por cierto, de berrear. Y conforme me muevo, TODO EL MUNDO NOS MIRA. Yo de reojo miro, porque a mi hijo no le pego, pero si se acerca la tipica Metomentodo a darle fuerzas al Rubiales compadeciendose de él, o diciéndole algo, le arreo un sopapo que le envío a su pueblo. Pero como me ven tirando de un carro con una, con otra al lado y el otro detrás, deben pensar que está todo controlado.

Llego hasta la Parra y le digo: "estoy negociando con el Rubiales". "Ya, ya te oigo. En realidad se oye desde toda la planta". "No te preocupes. Le queda poco." Y es que mientras el berrea y berrea como un poseso, la Petarda y yo nos vamos comiendo en sus narices la bolsa de palitos y el tío debe pensar que "mucho berrinche, pero estos dos se comen mis palitos".

Se hace el silencio. Aprovecho que las negociaciones están en punto muerto. "dame un abracito". Le digo. Me abraza. "¿quieres una?" Y le ofrezco la bolsa. Mete la mano. Tensión en el ambiente. Agarra tres. "Rubiales. De una en una". Deja dos. Ha terminado la negociación. Me sonríe. Le digo. Vamos a la panadería. El trayecto es a propósito. Vamos a dar un paseo delante de todos los cotillas de la planta para que quede claro que somos amiguitos. Nos reímos. Compramos un pepinillo. Lo lleva a pesar el rubiales a la verdulera. "¿ya se te ha pasado el enfado?" Le pregunta. "Siiiiiiiii. Estoy comiendo palitos", contesta el otro con una sonrisa de oreja a oreja. "Felicidades. me dice a mí. Ha tenido usted mucha paciencia. Así se hacen las cosas". Me dice a mí. "Gracias. Pero mi encargo eran los enanos mientras mi mujer estaba haciendo la compra".

La negociación ha durado 17 minutos. El resto del día ha estado suave, simpático y divertido. Cosas de las neuronas que se le cruzan al Rubiales de cuando en cuando.

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