Uno cuando tiene hijos, tiende a ver en ellos las virtudes que uno posee. Y si puede alardea de ello: "fijate mi hijo, que bien hace la o con un canuto". En la misma proporción uno tiende a ver los defectos de su pareja heredados en los hijos y piensa (y a veces dice): "es que eres igualita que tu madre".
El problema está cuando es del todo innegable que tu hijo -en este caso hija - arrastre una herencia genética, que es un pedazo de defecto o tara o vicio, que sabes a ciencia cierta que es tuyo y sólo tuyo, y la pobre ves que lo va a arrastras el resto de sus dias si las neuronas, los cromosomas o yo que sé no se pongan a trabajar en sentido contrario a la genética paterna. Este es el caso de la Petarda.
La Petarda es patosa. Como su padre. ¿Qué le vamos a hacer?. Cada dos días tira la leche del desayuno, porque es muy atolondrada, como su padre. Se ensucia normalmente cuando tiene pijama, o vestido, o yo que sé recién puesto y limpio. Como su padre. Rompe las cosas y se le caen de las manos con una facilidad pasmosa. Y según el valor del objeto, más posibilidades tiene de liarla. Como su padre.
Hoy a venido del cole con la cara como un cromo. Dice la nota del Cole:
"La Petarda lleva señal en la barbilla y boca producida por la caída en las escaleritas de entrada a clase"
Como su padre. Si todo sigue su curso, nos esperan un rosario de lesiones e infortunios, en los que ella nunca tendrá la culpa, pero no será culpa de nadie.
¿No se podrá realizar una transmutación genética o algo así para ahorrarle la vida patosa que le espera?. ¿Y los padres? Pues mucha paciencia y a aguantar como hicieron los míos.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
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