martes, 14 de julio de 2009

EL PANTALON CORTO

Mi diligente esposa, a la par que la Parra me compró un pantalón el día uno de julio. Lo había escogido mucho antes, pero con gran esfuerzo consiguió que me acercara a la tienda para probármelo. Y lo hice. Y torció un poco el gesto.

Y en casa me lo volví a probar. El problema es que la fisonomía culil del que suscribe, que hace que los pantalones me vengan estrechos en las posaderas y grandes en la cintura. Y a la Parra no le gusta. Y venga a darle vueltas.

Y ha buscado otro número de pantalón. Y no lo ha encontrado. Y ha buscado que en la tienda lo arreglen. Y hoy la dependiente va y le suelta: "pues yo veo que le queda bien", dice mientras me mira mis posaderas. Y yo casi la mato. La Parra venga a subir y bajar por las tiendas, y la otra le suelta catorce dias después que me queda bien. Para matarla. Y para asegurar que no hay dudas, suelta un: "además este pantalón no se puede arreglar" y empieza a soltar un rollete de excusas.

Todo por culpa del trasero del que suscribe. Y todo a treinta y siete grados de temperatura. Y eso es amor.

De los enanos nada destacable. Como hace mucho calor, están un poco aplatanados, cansados. Duermen mal y por lo tanto están más cansados y susceptibles.

Y mañana más.

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