domingo, 26 de octubre de 2008

TRAS LA TEMPESTAD VIENE LA CALMA

Ya se han ido. Los Yayos. Se han marchado a eso de las cinco de la tarde.

La casa se torna silencio. Como después de un huracán, que se produce una calma tensa. Es como si el tiempo diera un respiro para valorar los daños. O las emociones en este caso. La Parra y la bicha tumbadas en el sofá. Tratan de recomponerse. El Rubiales juega a medio gas, como un juguete al que se le acaban las pilas. La Pachica se sienta a ver la peli que hemos puesto: "Arma Letal 3 ó 4", como una señorita agotada que no puede más.

A las seis hemos puesto la peli de los nanos: "Merlín el Encantador". La Pachica no ha llegado ni al primer encantamiento. Se ha quedado frita. Agotada. Como un soldado después del combate. El Rubiales aguanta, que para eso tiene pilas alcalinas y -como si se acordara de la Yaya- pide cenar cuando son las 6 de la tarde. Pero no pide cualquier cosa: pollo con patatas. Por suerte aún queda y se mete un plato que asusta. Luego a rumiar en la alfombra a bajo rendimiento. La bicha despierta de la siesta, merienda y siestea alrededor del rubiales.

Llegan las ocho de la tarde. Traslado a la Pachica a la cama. Ni ha cenado. Está muerta. Al rubiales -como en un susurro - le digo "vamos a dormir" y me pide que lo lleve en brazos. No llega despierto a la cama. La bicha, pensando que nos hemos olvidado de ella, se tumba en la alfombra como diciendo "pues ya ma llevarán a la cuna". La Parra la traslada. Sigue el silencio que nos ha precedido desde las 5,30 de la tarde....

Tras la tempestad siempre viene la calma. Gracias por la visita.

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