sábado, 18 de octubre de 2008

LAS DESPEDIDAS ETERNAS

Hoy, como sa se sabe hemos celebrado el cumple del rubiales. Todo muy bien. Todo agotador. Todo menos las despedidas.

Nunca lo entenderé. Cuando uno se marcha de un sitio, dice "bueno, un beso a todos, muchas gracias, hasta otra ocasión" y se encamina hacia la puerta acompañado del anfitrión y se marcha. Es fácil y debería tratarse de una operación de entre 15 segundos y dos minutos, dependiendo del nº de besos a repartir y del recorrido desde el lugar de despedida hasta la puerta de salida: en este caso 1,5 metros lineales.

El drama se produce cuando se produce la situación siguiente: "bueno me tendré que marchar" Y entonces uno mismo - a la sazón el anfitrión - piensa: "bien, uno menos" y mentalmente lo tacha de la lista de los que tienen que salir. Pero no hay acciones que correspondan con lo manifestado. Y pasa el tiempo.... y uno empieza con las indirectas: "bueeeeeeeeeeeeenooooooooooooooooo, tendremos que bañar a los niños", a lo que se responde, "pues que tarde que es", y mientras se aproxima a la puerta comienza otra anécdota que durará 5 minutos más. Y tú lo sabes. Y contraatacas: "niños quitaros la ropa que nos vamos a bañar" y te encaminas a dicha labor con la esperanza que a tu salida del baño el horizonte se haya despejado.

Pero no. Hace 45 minutos que dijo que se tenía que ir, pero no se ha ido todavía. Y ya no te quedan argumentos ni indirectas y ya te toca decir: "bueno, muchas gracias por venir a sido un placer, ya nos veremos" y le acompañas a la puerta, sin posibilidad ni escapatoria.

Entonces oyes a tu Parra que dice: "hay hijo, pero que insociable eres".

y tú, en el silencio de los niños dormidos y los invitados fuera de tu casa, piensas, "sí, pero que me quiten este momento..."

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